
Es mi espalda la voz de todos mis lamentos. Habita en ella mi rabia alojada en una sutil línea que se esfuerza por estallar, por romperme y desgarrar.
Hasta hace poco solo conocía el volar de los buitres. Fueron ellos, a su paso, quienes cortaron el hilo que trenzaba mis pies con mi lengua. Entonces, mi ser se volvió un caminar arrítmico. Por esa razón me detuve.
Ahora miro hacia fuera y contemplo ojos que me remiten a los del búho. Quizá sus manos puedan emanar la misma ternura que esas miradas. Acaricio mis pupilas y siento ya su camino sobre mi espalda. Siento cómo cicatriza la herida que jamás ha sido visible.
Permaneceré aquí hasta que mi piel ice la bandera de mi ser y hasta que el regreso no sea posible. Luego volveré a confiar en los pájaros y, más tarde, me volveré uno de ellos.
Texto escrito para o proxecto Instintos básicos. Fotografía: Fran Cortizo
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